domingo, 29 de noviembre de 2009

Pintura panameña

Con el correr de la historia republicana, Panamá ha logrado calar, a través de las artes, un importante sitial, no solamente a nivel nacional, sino, también internacional. Desde que este país se consolida como república libre e independiente, el 3 de noviembre de 1903, se dan ya para entonces las primeras manifestaciones artísticas en el ámbito de la pintura.

Dado el legado dejado por los españoles y colombianos, cuando formamos parte de ellos, los conocimientos en la pintura fueron absorbidos por los istmeños de una forma rica y variada; esto sin agregar la influencia ejercida por el constante paso de razas en el Istmo panameño.

Panamá cuenta con grandes maestros de la plástica, quienes al utilizar la acuarela, pastel, óleo, acrílico o cualquier otro género de la pintura, han sido y son, considerados, además de respetados, como valuartes, lo que indica que en Panamá hay talento de una alta calidad, cuyos dotes no tienen nada que pedir a los demás países del globo.

Pintores de la calidad de Roberto Lewis, cuyas obras podemos apreciar en los frescos pintados en los techos y paredes del Palacio de las Garzas y Teatro Nacional, fueron, entre otros, imitados por seguidores o admiradores de estas destrezas, creando sus propios estilos y combinaciones de expresión artística, por lo que surgen técnicas nuevas entrelazadas con los estilos antiguos. También así se originan nuevos pintores, cuyas obras podemos admirar de manera constante en museos y galerías del país.


Entre algunos de estos maestros de las artes plásticas, podemos mencionar al abstraccionista Alfredo Sinclair, quien en 1950 presenta su primera exposición individual, señalando, por así decirlo, el inicio de la pintura contemporánea en Panamá.


Como consecuencia de la presencia de Sinclair, la siguiente década marca un efervescente movimiento artístico que culmina con la participación de Guillermo Trujillo, en la V Bienal de Sao Paulo, en 1959, donde recibe una mención de honor por su muestra.


Entre esta generación de artistas, que sobresale en sus primeras exposiciones por los años 50 y 59, están: Carlos Arboleda, Mario Calvit, Adriano Herrera y Alberto Dutary, incluyendo a Manuel Chong Neto y Julio Zachrisson, quienes alcanzaron fama en las décadas de los 60, presentando sus, primeras obras en 1959. Este dinámico grupo se lanza a la reinvención de la realidad, mediante el uso de recursos plásticos asimilados inicilamente en la Escuela Nacional de Bellas Artes y plenamente dominados en academias de México, Buenos Aires, Estados Unidos, Francia y principalmente, España. Al finalizar la década, todos presentan estilos ya definidos que, a pesar de los naturales cambios producidos por el paso del tiempo, permanecen únicos hasta el día de hoy.

Alfredo Sinclair, trabajando el óleo y el collage, elabora un estilo pictórico basado en el color como elemento expresivo. Sus obras causan verdadero impacto en ambiente aún habituado a la pintura académica.

Guillermo Trujillo, cuyas primeras obras en acuarelas y óleo se orientan al realismo descriptivo; encontramos en estas obras un paisaje compuesto por hombres y mujeres nómadas en directa interacción con la tierra, flora y fauna.

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